MONSEÑOR ROMERO: PROFETA Y MÁRTIR DE AMÉRICA
Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, conocido como monseñor Romero, nació en Ciudad Barrios, Departamento de San Miguel, República de El Salvador, el 15 de agosto de 1917. Su padre era telegrafista y su madre ama de casa. Al terminar sus estudios básicos se dedicó al aprendizaje de la carpintería. A los trece años de edad ingresó al seminario menor de San Miguel y luego al seminario mayor San José de la Montaña de San Salvador. En 1937 fue enviado a Roma para completar su formación sacerdotal.
Fue ordenado sacerdote a la edad de 25 años en Roma el 4 de abril de 1942. Era un sacerdote sumamente caritativo y entregado. No aceptaba obsequios que no necesitara para su vida personal. Ejemplo de ello fue la cómoda cama que un grupo de señoras le regaló en una ocasión, la cual regaló y continuó ocupando la sencilla cama que tenía.
El 25 de abril de 1970 fue ordenado Obispo Auxiliar de San Salvador. El 15 de octubre de 1974 fue nombrado obispo titular de la Diócesis de Santiago de María. En junio de 1975 se produjo en esta diócesis la masacre de «Las Tres Calles», donde un grupo de campesinos que regresaban de un acto litúrgico fue asesinado sin compasión alguna, incluyendo a niños inocentes.
El informe oficial hablaba de supuestos subversivos que estaban armados; pero las «armas» no eran más que las biblias que los campesinos portaban bajos sus brazos. En ese momento, los sacerdotes de la diócesis pidieron a monseñor Romero que hiciera una denuncia pública y acusara a los militares del hecho.
En aquel momento monseñor Romero no comprendía todavía que detrás de las autoridades civiles y militares, que detrás del mismo Presidente de la República, que era su amigo personal, había una estructura de terror, que eliminaba a todos los que consideraban que atentaban contra los intereses de los sectores pudientes de la nación. Monseñor Romero creía ilusamente en el gobierno. Pero poco a poco comenzó a enfrentarse a la dura realidad de la injusticia.
En medio de ese ambiente de injusticia, violencia y terror, monseñor Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977. El 12 de marzo de 1977 fue asesinado del padre Rutilio Grande, en la ciudad de Aguilares junto a dos campesinos. Rutilio era un sacerdote comprometido con la fe de su pueblo y buen amigo de monseñor Romero. Su muerte le dolió mucho. Luego del asesinato del padre Rutilio, fueron asesinados otros sacerdotes y varios laicos comprometidos de la Arquidiócesis.
Ante esta situación, monseñor Romero reaccionó convirtiéndose en un protector de la dignidad humana, sobre todo de los más desposeídos; esto lo llevó a emprender una denuncia permanente contra la violencia, y a convertirse en la “voz de los sin voz” y en “el pastor del rebaño que Dios le había confiado” mediante su férrea defensa de los derechos de los pobres y los marginados.
En sus homilías dominicales denunciaba las violaciones de los derechos humanos y manifestaba en público su solidaridad hacia las víctimas de la violencia. Desde el púlpito iluminaba a la luz del Evangelio los acontecimientos del país y ofrecía rayos de esperanza para cambiar la estructura de terror que reinaba en el país.
A raíz de su actitud de denuncia, monseñor Romero comenzó a sufrir una fuerte campaña en su contra. Cotidianamente eran publicados en los periódicos editoriales, campos pagados, anónimos, etc., donde se le insultaba, se le calumniaba, y se amenazaba su integridad física.
El día 9 de marzo de 1980, en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús se encontró un portafolios de color negro colocado debajo del Altar Mayor. Se trataba de una bomba con una cantidad del explosivo de 72 candelas de dinamita comercial. Esa a bomba se accionaría en el momento que Monseñor Oscar Arnulfo Romero oficiaría una misa.
El día 23 de marzo de 1980, Domingo de Ramos, un día antes de su muerte, Monseñor Romero pronunció en la catedral una valiente homilía dirigida al Ejército y la Policía, en la que hizo un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño.
“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles… Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: «No matar». Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión”.
El 24 de marzo de 1980 monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez fue asesinado de un certero disparo, aproximadamente a las 6:25 p.m. mientras oficiaba la Eucaristía en la Capilla del Hospital La Divina Providencia. Un disparo hecho por un francotirador desde un auto con capota de color rojo, impactó en su corazón momentos antes de la Sagrada Consagración. Tenía 62 años.
Monseñor Romero tenía un pequeño y sencillo apartamento donde residía. Aquel refugio, ahora convertido en un pequeño museo, está en la parte de atrás de la capilla del Hospital de la Divina Providencia, dedicado a atender a pacientes con cáncer de bajos recursos.
En esa habitación de apenas cuatro metros de ancho por unos seis de largo, llegaba a reflexionar, a escribir y a descansar el Arzobispo Oscar Arnulfo Romero, después de sus faenas diarias. Hoy el lugar guarda los tesoros que dejó el obispo mártir: sus túnicas, documentos, grabaciones, su vehículo y sus libros. En el lugar funciona el “Centro Histórico Monseñor Romero”
Sus restos mortales descansan en la cripta de la Catedral Metropolitana de San Salvador, justo debajo del altar mayor del templo y dentro de un mausoleo que ostenta su nombre. El monumento fúnebre es una estructura de bronce que representa al cuerpo de Romero rodeado de cuatro ángeles que simbolizan los cuatro evangelios. Fue donado por la Comunidad de Sant’Egidio.
El 24 de marzo de 1990 se dio inicio a la causa de canonización de monseñor Romero. En 1994 recibió el título de Siervo de Dios. El 3 de febrero de 2015 fue reconocido como mártir «por odio a la fe» por parte de la Iglesia católica, al ser aprobado por el papa Francisco el decreto de martirio correspondiente y promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos.. El 23 de mayo de 2015 fue beatificado en la plaza Salvador del Mundo de San Salvador. Según estimaciones de medios católicos, participaron en la celebración unas 300,000 personas de 57 países. e trata del primer salvadoreño en ser elevado a los altares y el primer arzobispo mártir de América.
El 7 de marzo de 2018, el Papa Francisco autorizó la canonización de Mons. Romero. El 19 de mayo de 2018, el Papa Francisco anunció que será canonizado el día 14 de octubre de 2018 en la Plaza de San Pedro, Ciudad del Vaticano.